En general me gusta el silencio. No suelo escuchar música, ni audiolibros, ni series, ni nada de nada, pero el otro día el título de un pódcast me llamó la atención: era, ni más ni menos, ¿Por qué no hay fotos nuestras? El título me atravesó, y supe que era el principio de un hilo del que empezar a tirar. Si te defiendes en inglés, te animo a que ignores esta carta y escuches la conversación completa aquí.
La verdad es que empecé a hacer una traducción de la transcripción del pódcast para poder compartirlo contigo, pero cuando vi que eran 21 páginas fui realista y desistí: ni yo tenía el tiempo de reescribirlo, ni tú, probablemente, de leerlo. Pero aun así te traigo unas líneas con las ideas clave.
Todo empieza con la llamada Megan, una mujer que se pregunta por qué nadie (y en particular, su marido) siente la necesidad de hacerle alguna foto, cuando ella tiene un montón de momentos preciosos de él con sus hijos. (¿Alguien más?)
Esta introducción, la verdad es que me tocó la fibra sensible, y mucho. Yo siento que apenas tengo fotos de mi vida cotidiana con mis hijos, de los años que he pasado jugando, leyendo, cuidando, alimentando, lavando, vistiendo, acompañando… no tengo apenas evidencia del trabajo físico y emocional que he puesto en los 7 años de crianza casi exclusiva de mis hijos, y esto me entristece enormemente. Citando el pódcast:
¨Todo lo que hacemos día tras día, que si no fuese por amor, no haríamos. El estar ahí se da por supuesto y queda sin prueba ni testigo de que es un acto constante de amor. Si el amor es prestar atención, entonces es muy difícil sentirse amado cuando nadie presta atención a esos momentos insignificantes, pero que son la base de todo.¨
Discúlpame mientras me seco los ojos otra vez.
En realidad esto no va de tener o no tener fotos, es mucho más profundo que eso. Esto trata de ver, de observar, de prestar atención, de apreciar la humanidad de la otra persona, de saber ver lo que es importante para el otro. Es así de sencillo y así de complicado, porque para eso, hay que estar dispuesto a sentir y a emocionarse por los momentos mundanos de la vida, porque esos, ya disculparás que me repita, son los cimientos de todo.
Personalmente, creo que las mujeres somos más receptivas a ver esos momentos y, por lo tanto, nos hemos convertido, voluntariamente o no, en las personas responsables de la magia de la vida de nuestros hijos. Aún no he visto un padre que organice un grupo de WhatsApp para el cumpleaños de su hijo. Al menos en mi círculo, siempre somos nosotras, las madres, las encargadas del día. Y este es tan solo un ejemplo.
En cierto modo, resiento ser la ¨responsable¨ de la memoria familiar, porque eso hace que me quede fuera, cuando en realidad, no puedo estar más en el centro de sus vidas. Me parece una situación tremendamente injusta.
Tampoco quiero que entiendas estas líneas cómo una crítica a nuestras parejas, en absoluto. De verdad no creo que sea algo que ¨decidan¨ conscientemente no hacer, sino que la vida y los roles que llevamos encima nos llevan a las dos partes a tener visiones (muy) diferentes de estas vivencias. Por lo que veo en mi círculo de madres y amigas, creo que nuestras parejas están más que dispuestas a escuchar y actuar en lo que tengamos que decir, y desde luego, en nuestra casa, este tema se ha convertido en una prioridad absoluta. He tomado cartas en el asunto y te animo que tú hagas lo mismo si estas líneas te están dando que pensar.
En mi caso, le he dado a mi marido una cámara con un carrete de 36 exposiciones y le he pedido que solo lo utilice para hacer fotos mías con los niños haciendo cosas del día a día. Le he pedido que no me avise, que preste atención a la belleza y que dispare, que me da igual como salgamos. No tienes que ser fotos artísticas, ni siquiera técnicamente correctas, el valor que tendrán residirá en los momentos que se vean, o intuyan, en la imagen.
Esta es solo una manera de hacerlo. Puede ser una foto al día, o incluso a la semana. Busca en tu rutina lo que quieres guardar para siempre, y haz consciente a tu pareja de ello. Te aseguro que los dos saldréis ganando.
Me da la sensación de que he hablado demasiado, o al menos demasiado honestamente, y no sé muy bien como vas a recibir estas líneas. Me encantaría saber qué piensas y/o sientes sobre este tema, así que si no te he dejado completamente planchada (porque así es como me siento yo), me encantaría que contestases a esta carta o me mandases un audio por WhatsApp con tus pensamientos. Estoy deseando leerte y escucharte.
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